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sexta-feira, 22 de novembro de 2013

El portazo ucranio agrieta la política exterior de la UE


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El portazo ucranio agrieta la política exterior de la UE

Ucrania es, para la mayoría de los europeos, un Estado postsoviético alejado de sus intereses, pero el inesperado portazo que ha dado a la UE supone un serio revés para la política exterior comunitaria. El episodio obliga a los Estados miembros a reconsiderar uno de los principales retos internacionales que se habían marcado: estrechar lazos con los vecinos del Este y consolidarse como alternativa a la tiranía rusa. La victoria de Vladímir Putin en esta batalla pone en aprietos a la diplomacia europea, que lleva meses intentando buscar un éxito en este terreno.


Europa es imbatible en las negociaciones de guante de seda, pero se maneja con dificultad en el chantaje. “Nuestra propuesta nunca va a consistir en competir en un concurso de belleza ni en ver quién pone más sobre la mesa”, explica gráficamente un alto cargo europeo. Esta fuente detalla que los temores sobre la presión rusa surgieron en febrero de este año, en una reunión entre representantes comunitarios y sus homólogos rusos en Moscú. La UE dejó claro que el acuerdo que había ofrecido a Ucrania –un amplio paquete de libre comercio a cambio de reformas democráticas en el país- era incompatible con la unión aduanera que proyectaba Rusia. Moscú empezó entonces a jugar sus cartas con las autoridades ucranianas y a poner dinero sobre la mesa.


La decisión del jueves ha llevado a la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, a hablar de “decepción, no solo para la UE, sino para el pueblo de Ucrania”. Pero lejos de sentirse perdedores y menospreciados, los responsables comunitarios no renuncian a retomar el proyecto. “No nos damos por vencidos; estamos decididos a trabajar con Rusia para aclarar los mitos y los malentendidos de estos días”, ha explicado a un grupo de periodistas el comisario de Ampliación, Stefan Fülle, directamente implicado en las negociaciones con el Gobierno ucraniano. Su departamento incluso contempla la posibilidad de firmar el acuerdo de asociación en los próximos meses, antes de la primavera.


La capacidad de influencia que ha demostrado Moscú, incluso a costa de una población que parece mayoritariamente favorable a estrechar lazos con la UE, pone en duda ese entusiasmo. Y sitúa a Europa ante un escenario inesperado. Hasta este jueves, las dudas respecto a la firma del proyecto de asociación con Ucrania residían en si este país sería capaz de ofrecer las suficientes garantías democráticas para ser aceptado como socio por Europa. El principal punto de fricción residía en el encarcelamiento de la ex primera ministra Yulia Timoshenko por haber firmado unos contratos de gas que se consideraron perjudiciales para el país. Europa exigía la liberación de Timoshenko para ser tratada de la enfermedad que padece en Alemania. Pero ese gran cisma ha pasado a un segundo plano tras las maniobras de Rusia para atraerse a Kiev.


El giro de esta historia sitúa a los europeos ante una perspectiva difícil de asumir: no es la exigente UE la que rechaza a Ucrania, sino el Ejecutivo ucraniano el que da la espalda al proyecto comunitario. Fuentes europeas insisten en que lo que el presidente Víctor Yanukóvich tiene en mente es “una pausa” en la relación, no un punto y final, pero lo ocurrido revela lo vulnerable que puede ser la voluntad ucraniana ante el gigante ruso.


El fracaso con Ucrania vacía de contenido la estrategia europea de mirar hacia el Este y que pretendía dar frutos visibles la semana próxima. Kiev era la única capital con la que la UE iba a firmar un acuerdo de libre comercio en la cumbre del 28 y 29 de noviembre el Vilna, un encuentro al que el cuerpo diplomático de la UE había otorgado el máximo nivel. Ahora solo queda que otros dos Estados de ese proyecto de vecindad (Georgia y Moldavia) firmen un preacuerdo para explorar una mayor integración con la UE. Una ínfima ganancia para una Europa necesitada de éxitos.




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