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quinta-feira, 21 de novembro de 2013

La letra del “bunga bunga”


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La letra del “bunga bunga”

La letra de la sentencia no deja lugar a la duda: Silvio Berlusconi se acostó con la marroquí Karima El Marough sabiendo que era mejor de edad, pagándole por ello grandes sumas en dinero y joyas y, llegado el caso, utilizando su inmenso poder como jefe del Gobierno de Italia para sacarla de un embrollo policial. Es por esto —incitación a la prostitución de menores y abuso de poder— que tres juezas de Milán lo condenaron el pasado 24 de junio a siete años de cárcel y a la inhabilitación de por vida para ejercer cargo público, en una sentencia de primera instancia cuyas motivaciones se conocen ahora.


Justo cuando a Berlusconi, a punto de ser expulsado del Senado y con su partido político demediado, peor le viene. No tanto por la repercusión práctica de la sentencia —aún tiene dos oportunidades para recurrirla—, sino por el perfil que, en papel timbrado, se hace del personaje. En primer lugar, porque aun sabiendo que la marroquí El Marough, más conocida en el ambiente como Ruby Robacorazones, todavía no había cumplido 18 años, el entonces primer ministro la invitó en dos ocasiones a su mansión de Arcore, y “resulta probado que mantuvo relaciones sexuales con ella a cambio de ingentes cantidades de dinero y otras utilidades, como joyas”, reza la sentencia. En segundo lugar porque, al ser detenida Ruby la noche del 27 al 28 de mayo de 2010 acusada de birlar 3.000 euros a una prostituta con la que compartía piso, Berlusconi llamó desde París y presionó a los policías de la comisaría central de Milán para que la pusieran en libertad. Según las juezas, el único y urgente interés del entonces jefe del Gobierno italiano era el de “protegerse”. Para ello, aseguró a los policías —en uno de los episodios más grotescos de su biografía— que la muchacha era sobrina del entonces presidente egipcio Hosni Mubarak y que su detención podría desencadenar un incidente diplomática.


Y, finalmente, la sentencia da por descontado que Berlusconi era “el director” de las famosas noches del “bunga bunga”. Según las juezas de Milán, aquello que el político y magnate definió como “cenas elegantes” o inocentes “espectáculos de burlesque” —jóvenes modelos que disfrazadas de monjas, Obama o Ronaldinho bailaban hasta quedarse en cueros— formaban parte en realidad de “un auténtico sistema de prostitución” ideado en exclusiva para dar placer sexual al primer ministro. El tribunal, por si no bastara, resalta “la capacidad de delinquir del imputado”, quien una vez destapado el caso intentó —y muchas veces consiguió— comprar el testimonio de los testigos “con la entrega de ingentes cantidades de dinero”.


Sin capacidad ya para hacer caer al Gobierno —la traición de su hasta ahora delfín, Angelino Alfano, le ha robado esa posibilidad— y pendiente de que se ejecute de una vez su expulsión del Senado provocada por la condena definitiva por fraude fiscal en el caso Mediaset, Silvio Berlusconi se acerca lenta y vergonzosamente a su final.


 


 


 




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