Brian Zupko, ciudadano canadiense, espera junto a su esposa filipina y a sus dos bebés a que el coronel estadounidense cumpla su promesa y haya hueco para él y su familia en el avión militar C-130 que vuela a Manila, la capital de Filipinas. “No tengo dinero. Lo cajeros no funcionan”, explica, sentado en una maleta en el aeropuerto de Tacloban, la zona cero de la tormenta más poderosa que haya sacudido tierra firme desde que hay registros. “Ayer vine pero no había sitio, pero hoy me ha visto y me lo ha prometido”, dice el canadiense.
Zupko vive aquí durante el invierno desde hace tres años, pero ahora solo piensa en salir. Ni hablar del regreso. Donde hasta el viernes estuvo la ciudad de Tacloban (220.000 vecinos) ya no queda prácticamente nada en pie. Algún edificio, de colores alegres, aquí y allá, y sorprendentemente algunas palmeras; el resto son escombros, toneladas de escombros. Otras casas con alguna pared de pie, pero sin tejado; cultivos inundados, ríos de agua marrón. Así es la escena vista desde el aire.
“La ciudad ha desaparecido. No sé si tendrán dinero para reconstruirla pero si lo hacen solo volverán los pobres. Con tantos muertos, aquí solo volverán los pobres”, dice Zupko.
En el aeropuerto -del que solo queda la estructura y milagrosamente la torre de control- además de un puñado de aviones comerciales hay una veintena de aparatos militares, la mayoría de EEUU. En el amasijo de hierro que es la terminal, hay policías filipinos armados. Cajas de ayuda humanitaria apiladas y supervivientes del tifón que, agotados, esperan sentados en lo que queda de la sala de llegada y la cinta de las maletas. Esperan una botella de agua; algo que comer; que les saquen de aquí. Van ligerísimos de equipaje, porque lo han perdido todo.
Hoy está previsto que llegue a Filipinas el portaviones estadounidense George Washington acompañado por su grupo de apoyo. La llegada de las fuerzas estadounidenses supondrá, de por sí, triplicar la capacidad de apoyo aéreo a la zona afectada, multiplicando así la posibilidad de entrega de agua potable y víveres y las tareas de búsqueda y salvamento de los afectados. Dos destructores de Washington ya están en la zona y está previsto que otros navíos de la marina norteamericana lleguen esta semana. Japón también ha decidido enviar unos 1.000 militares, buques militares y aparatos aéreos para apoyar las tareas de rescate.
El recuento de víctimas mortales se eleva de momento a unos 2.300, para la dificultad por acceder a muchas de las zonas afectadas por el tifón Haiyan hace temer que la cifra definitiva pueda ser superior.
Tras la alarma desatada por repetidos episodios de saqueos, el Gobierno filipino ha afirmado este jueves tener “controlada” la situación en Tacloban, donde están desplegados vehículos militares blindados y efectivos de seguridad con rifles.
"La situación de seguridad allí ha cambiado. Hemos desplegado 1.200 soldados en apoyo a los 800 miembros de la Policía y cuatro vehículos blindados armados", ha declarado el ministro filipino de Defensa, Voltaire Gazmin.
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