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sábado, 9 de novembro de 2013

La negociación sobre el programa nuclear iraní tropieza con escollos


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La negociación sobre el programa nuclear iraní tropieza con escollos

Las conversaciones de las seis grandes potencias con Irán sobre su programa nuclear continúan este sábado, por tercer día consecutivo, en un signo tanto de la seriedad de la negociación como de las dificultades que se afrontan. Nunca antes en una década de disputas diplomáticas se había llegado tan lejos, como lo prueba el que los ministros de Exteriores de los Seis se hayan trasladado a Ginebra. Sin embargo, el jefe de la diplomacia francesa, Laurent Fabius, ha echado un jarro de agua al decir que no tenía la seguridad de que se pudiera concluir el acuerdo este sábado y que su país no iba a aceptar “un timo de la estampita”.


“Hay un texto inicial que no aceptamos (…) no tengo la certeza de que se pueda concluir a la hora que les hablo”, ha declarado esta mañana Fabius, citado por France Presse. “Hay algunos puntos con los que no estamos satisfechos”, ha añadido el ministro antes de explicar que se refería al “grave riesgo de proliferación” del reactor de Arak y al enriquecimiento de uranio.


A diferencia del reactor de Bushehr, sobre el que no existen quejas, el de Arak, cuya puesta en funcionamiento está anunciada para el año que viene, es de los llamados de agua pesada, que no requieren uranio enriquecido para su funcionamiento, pero hacen más fácil producir plutonio de grado militar. Dado que el objetivo de las negociaciones es descartar que Irán pueda fabricar armas nucleares, los negociadores tienen que conseguir no solo que limite el enriquecimiento de uranio, sino cerrar vías alternativas a la obtención de material fisible.


No obstante, la declaración de Fabius contrasta con el optimismo que han venido transmitiendo tanto el jefe de la delegación iraní y ministro de Exteriores, Mohamed Javad Zarif, como la repentina llegada ayer a Ginebra del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, el propio Fabius y los ministros de Exteriores británico, William Hague, y alemán, Guido Westerwelle, a los que hoy se han unido el ruso Seguéi Lavrov y el chino Wang Yi. Hasta ese momento, frente a Zarif se sentaba la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton.


Ese esfuerzo al más alto nivel transmitía la impresión de que, por primera vez, el entendimiento estaba al alcance de la mano. Sin embargo, las dificultades para traducir sobre el papel las buenas intenciones expresadas por los negociadores empezaron a intuirse el viernes por la noche cuando la reunión de Ashton, Zarif y Kerry se prolongó durante más de cinco horas sin que produjera resultados conocidos.


Ante el rumor de que las conversaciones podían extenderse a lo largo de la próxima semana, el viceministro iraní de Exteriores Abas Araqchi ha dicho esta tarde que o se alcanza un acuerdo este sábado o tendrá que convocarse una nueva ronda más adelante, según ha informado PressTV.


El tono de Fabius ha desconcertado al resto de las delegaciones. En cualquier caso, y al margen de las especulaciones sobre si el ministro francés aireaba así su malestar porque Kerry hubiera viajado a Ginebra sin advertir a sus aliados o si respondía a las presiones del lobby judío en Francia, la realidad es que el posible acuerdo es un encaje de bolillos.


Para empezar, solo se está planteando un marco de negociación en cuya primera fase se crearía un clima que permitiera minimizar la desconfianza que el programa nuclear iraní suscita no solo a las potencias, sino también a los vecinos de Irán. Desde su llegada a la presidencia en agosto, Hasan Rohaní ha ofrecido mayor transparencia y de hecho el director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Yukyo Amano, viaja este domingo a Teherán para firmar un nuevo acuerdo de inspecciones. Sin embargo, lo que se delibera en Ginebra va más allá y compete al alcance y las intenciones del programa.


Con el fin de descartar un posible objetivo militar (que Irán siempre ha negado), los Seis quieren que Irán limite el enriquecimiento de uranio, el proceso por el cual se elabora el combustible nuclear, pero también el material fisible que sirve para fabricar una bomba atómica. Mientras se dilucida la fórmula para que Teherán pueda aceptar sin perder la cara, han pedido a Irán una moratoria de seis meses como gesto de buena voluntad. A cambio, ofrecen levantar algunas de las sanciones con las que vienen castigando el desafío iraní.


Ahora bien, los negociadores iraníes tienen líneas rojas. Nunca van a siquiera considerar el enriquecimiento cero que pide Israel e intentan maximizar las concesiones que obtienen a cambio de aceptar limitaciones a ese proceso que consideran un derecho.




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